miércoles, 4 de mayo de 2011

LA VOZ QUE ARRULLA

La nana, como modalidad de lírica popular del cancionero infantil, pervive en la tradición de los países de habla hispana, con ese nombre, o el de canción de cuna, y otras denominaciones más frecuentes en Hispanoamérica como  arrullos, cantos de arrorró o rurrupatas.
Es evidente que este tipo de canciones se interpretaron y se interpretan entre hablantes de otras lenguas. Así, ya en el siglo XIX, Francisco Rodríguez Marín comprobó las semejanzas que existían entre nanas españolas, italianas, portuguesas y francesas, afirmando su pertenencia a una tradición común románica.
Además, el género popular se ha ido enriqueciendo con nanas de nueva creación, compuestas por autores españoles de prestigio: Federico G. Lorca, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Gloria Fuertes, Carmen Conde, entre otros; o hispanoamericanos: Nicolás Guillén, Gabriela Mistral o Pablo Neruda.
La sencillez comunicativa de la nana no es impedimento para que aparezcan elementos que la enriquecen literariamente. De este modo, la vemos poblarse de multitud de personajes: bien de tradición religiosa (“La Virgen”, “El Ángel de la guarda”, “Santa Ana”, “San Juan”), bien animales, elementos de la naturaleza u otros (“mora”, “gitana”, “pastora”).
La frecuente presencia de la madre o cuidadora, la mención de la ausencia del padre, las referencias a diversos quehaceres hogareños  y el constante recuerdo del amor parental, confieren a las nanas un especial tono afectivo, muy familiar, que las identifica y que aparece potenciado por la presencia de abundantes diminutivos y estribillos, que con su ritmo reiterativo logran crear esa sensación de arrullo para dormir al niño.


Pero este tono afectivo y tierno no es el único en la tradición de la nana. Es también muy frecuente el tono imperativo con que se induce al niño a conciliar el sueño lo antes posible. En ocasiones  el adulto tranquiliza al pequeño con respecto a sus temores (la llegada de la noche, por ejemplo).Y en otros casos se explicita una amenaza a través del personaje del Cuco o Coco,  voz que ya recoge Covarrubias en 1611.  
Una de las primeras apariciones del coco, asociada a la canción de cuna, la encontramos en el Cancionero de Antón de Montoro, de 1445. Aparece también en siglo XVII, en un texto teatral de Juan de Cajés, titulado Auto de los desposorios de la Virgen; y es citado por Lope de Vega, Quevedo, Calderón de la Barca y el mismo Cervantes en el Epitafio de Sansón Carrasco a la sepultura de Don Quijote. En Hispanoamérica encontramos referencias a este personaje desde Sor Juana Inés de la Cruz.
Además del coco, el bu, el duende, el tío Camuñas, el Sacamantecas o el cancón, son otros personajes imaginarios con los que se asusta a los niños; junto a ellos, en la nana española también se amenaza con seres reales; García Lorca señala: “En el sur, el toro y la reina mora son las amenazas. En Castilla, la loba y la gitana". En Hispanoamérica se asusta también al niño que no duerme con el brujo, la loba, la cierva, el coyote, la noche o incluso las lombrices. 


* Consultar en Recursos el artículo sobre el tema de Pedro C. Cerrillo

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