sábado, 7 de mayo de 2011

ELOGIO DE LA VIDA REPOSADA

La conocida fábula El ratón de la corte y el del campo hunde sus raíces en la tradición grecolatina (Esopo y Sátira II de Horacio). Lo encontramos en la Epístola a don Francisco de Eraso, de Bartolomé Leonardo de Argensola, y en las recopilaciones de La Fontaine y Samaniego. En estas versiones falta la presencia del gato, y el festín de los ratones es perturbado por el ruido de una puerta, el ladrar de los perros o la llegada de la despensera. Este es también el caso del conocido "Enxiemplo del mur de Monferrado et del mur de Guadaxara", en  El Libro del Buen Amor, mientras que en el Fabulario de Sebastián Mey se incluye ya la espantosa aparición de un “gatazo rojo”. En la fábula que presenta Francisco Santos en Periquillo el de las gallineras, el gato del molinero consigue vapulear al pobre ratón campesino, que escapará comentando “Más quiero comer cardos y abrojos que caperuzas sobre los ojos”. Esta moraleja la encontramos en una formulación casi idéntica, comentada por Correas en su Vocabulario de refranes. Como señala Màxime Chevalier, podemos afirmar que nos encontramos ante un cuento folclórico de animales con abundantes derivaciones a partir de un relato tradicional, cuya conclusión se habría hecho proverbial en el Siglo de Oro.



En la tradición oral española se rastrea su presencia en unos “apólogos” recopilados por Fernán Caballero y en un cuento tradicional recogido en Valladolid por Joaquín Díaz.
Donde más claramente aparece el cuento es en la tradición mejicana. Así, tres versiones del relato son compiladas por Juan B. Rael en Cuentos españoles de Colorado y Nuevo Méjico, que concluyen con la asonancia “abrojos/ojos”, que ya tomara prestada de la tradición oral Francisco Santos en la España del siglo XVII.

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